lunes, 7 de enero de 2013

Un ateo guatemalteco...



Un ateo guatemalteco estaba cómodamente sentado en el sofá de su sala leyendo unos artículos sobre la naturaleza humana. De repente, una voz perturba su atención: “Agua pura Guardavidas”. El agua, -dijo- y de un salto se puso en pie y fue a traer el garrafón y se dirigió a la puerta principal. Cuál fue su sorpresa, en lugar de ver al mismo joven de siempre, encontró a 6 señores encorbatados con portafolios y biblias en las manos y sarcásticamente le dicen: “le ofrecemos el agua de la palabra para que salve su alma de la condena eterna y viva en paz en la tierra prometida”. El pequeño filosofo chapín dejó caer el garrafón en los pies de los insensatos misioneros y con voz soberbia y alterada les dijo: “Qué putas tienen ustedes en contra de nosotros para que nos obliguen a salir de nuestros santuarios, profanando la santidad de nuestros pequeños paraísos, donde vivimos congruentemente nuestra filosofía sin hacerle daño a nadie y sin entrometernos en los asuntos privados de nadie. Qué autoridad moral los reviste para venir a hablarnos de paz cuando ustedes, los católicos, los evangélicos, los mormones, los judíos y otros cuantos cientos de miles de denominaciones que se suponen hijos de dios, son incapaces de vivir en paz y demostrar la unidad del espíritu de dios. Qué los hace suponer que voy a escuchar los argumentos de una religión cuya forma de vivir no es congruente con su forma de pensar, que no se cansa de inventar pruebas científicas para demostrar razonablemente la existencia de dios y que encima de todo tiene argumentos ponzoñosos para demostrar que ustedes son poseedores de la verdadera religión de dios. Rufianes, perversos, sin vergüenzas no vuelvan a molestarme”. El perturbado escéptico se dispuso a cerrar la puerta, pero el pié de uno de los misioneros se interpuso a su propósito y como si un castigo de dios cayera sobre ellos si no decían el mismo y tosco discurso de siempre le replicaron: “Respetamos su punto de vista pero para que pueda ampliar su visión y conozca la verdad, lo invitamos a que lea esta revista que está dirigida a personas que tienen una visión muy particular de dios y la religión, nosotros la estamos promoviendo y tiene un valor simbólico, cualquier ofrenda que esté en su corazón será de mucha bendición para nuestra misión y para el reino de los cielos”. El incrédulo al ver la actitud de los intrusos, se encolerizó más y en lugar de dar una ofrenda, sacó su revolver que tenía en la gaveta de la mesita de llaves, y sin mediar palabras descargo todos los cartuchos. Una nube gris de pólvora llenó la entrada y nubló su vista y al aclararse un poco el ambiente no vio a nadie. Entonces pensó que lo que había visto fue solo una ilusión provocada por su encierro y que era necesario salir a caminar un poco. Guardó el arma, se arregló el pelo y como si nada fue en busca de un trago. Y colorín colorado en este cuento no salio ningún testigo de jehova lastimado.

En la tarde del día del diablo



Era la tarde del día del diablo, y viajaba en el Transmetro, iba del trabajo para mi casa. Había sido un día muy complicado, salí tarde y en medio del camino me dieron las 6 de ese día tan popular. Empezó la tronadera, había luces de colores en el cielo, fogatas en la calle, niños quemando estrellitas y así el mundo pasaba frente a mis ojos como una película costumbrista de la gran urbe. De repente, algo insólito ocurrió frente a mi vista, un hombre de la misma condición que yo, lo supongo por el vestuario, la mochila y la cara de hambriento, sacó de su bolsón un biblia con la pasta incompleta y con las hojas dobladas, por el uso supongo, y discretamente se persignó, una vez la frente, una la boca y una en el pecho, dejó el libro entre sus manos, cerró los ojos y sus labios se movían como si conjurara algo en secreto. Luego repitió el mismo ritual de persignarse tres veces y luego, al azar, eligió un punto donde fijar su lectura. Sus ojos se iluminaron, como si hubiera encontrado lo que buscaba, sus pupilas recorrían la ruta de aquella lectura tan emocionante, si pués, cómo no, y en pocos minutos empezó a afirmar con la cabeza y lo hacía más fuerte con cada frenada del gusano. Entonces, advertí que ya no leía, sino que dormía placenteramente el sueño de los cansados trabajadores que vivimos lejos de nuestros trabajos y madrugamos mucho. Y el pobre laico fue dando afirmaciones en todo el camino, hasta que llegamos a CENTRA. Pero cuando despertó, lo vi distinto de cuando leía, estaba ansioso, soñó bonito y lo percibí determinado a revelarle a todos los pasajeros que había tenido una revelación divina, un mensaje del más allá, una profecía, qué se yo. Lo que es cierto, es que mientras el dormía y soñaba que era elegido por dios para hacer una maravilla antes del 13 Baktún, afuera, en el mundo de todos los días, los niños eran felices quemando al chamuco, los adultos también se divertían, pues tenían permiso de deshacerse de las viejadas que guardaban en sus casas, solo la conciencia de los ambientalistas era azotada por las atrocidades que los hijos de dios hacían en contra de su madre tierra. Hay qué cosas. De seguro los ambientalistas mañana darán estadísticas sobre lo grave que está la contaminación, y ese lector asiduo de la biblia esperará el fin de semana para pregonar en la catequesis que dios le reveló lo que nos va a suceder, y como el párroco lo va a despreciar, él en nombre de dios se irá a estudiar teología para luego poner su iglesia y promover un nuevo mensaje de dios.

En las vísperas...



En las vísperas del día de la virgen de Guadalupe, el párroco fue a la casa de la señora de Pepescalandia, la mujer más adinerada del pueblo, con la esperanza de que la devota amante de las cosas de los cielos colaborara como todos los años en la realización de la gran festividad. Como era de esperarse, la señora recibió al sacerdote con gran cariño, como si fuera un amigo de antaño a quien no miraba en años. Cuando la señora le interrogó sobre el motivo de su visita el clérigo le dijo que era para solicitarle una ofrenda, que sería para cubrir los gastos de la festividad del 12 de diciembre. Y la doña, que sabía que su apoyo era necesario, no para el reino de los cielos, sino para conservar una buena imagen en el pueblo y guardar bien las apariencias, sacó de su bolsa su chequera y le dio al padrecito una jugosa cantidad, para que la gastara en pólvora, ya saben, bombas, cohetes, etc. El señor al ver tremenda cantidad se deshizo en halagos y en bendiciones, garantizándole que ella estaba siempre en sus oraciones y que el pueblo de dios iba a saber de su gran generosidad y amor por las cosas del reino de los cielos. Bueno, sin más palabras se retiró y la señora se sintió excitada al imaginar la ovación del pueblo cuando al entrar la procesión se quemara todo su dinero en un gran espectáculo de juegos pirotécnicos. Ese mismo día, una viejita jorobada con un poquito de pena toco la puerta de la doña y cuando le atendió le pidió una muestra de caridad, pero la doña al ver la condición de aquella persona mayor le replicó: “Esta no es casa de beneficencia. Vaya a pedirles a sus hijos que la mantengan, pues si no la quieren, es porque, deplano, les dio mala vida. Lárguese y no vuelva a molestarme”. Y la pobre doñgita, más lastimada por el maltrato que por el hambre, alzó sus ojos al cielo en señal de plegaria y se retiró. Momentos más tarde, llegó un joven mendigo, tocó la puerta, salió la doña nuevamente y el pobre mendigo le pidió un vaso de agua. “¡Pero que les sucede!, – exclamo- hoy les dio a todos los desgraciados venir a molestarme y a quitarme lo que es mío, lo que tanto me ha costado ganar (a fuerza de explotación e impunidad). Quieres un vaso de agua, gánatelo, estás joven, fuerte y sano, ve a ganarte tu vaso de agua y dejá de mendigar, que dios castiga a los ociosos y los recompensa con el fuego eterno.” El humillado joven, bajó la mirada, soltó un suspiro y sin decir nada se fue. Llegó el famoso 12 de diciembre y en la madrugada de ese día tan santificado por la clerecía las luces de colores iluminaron el cielo de Pepescalandia, el párroco estaba orgulloso por el gran saludo que se le daba a la virgen, más de media hora de fuego y bombas iluminaron esa mañana solemne de fiesta en la iglesia, y la señora encabeza la procesión que salía del templo, caminaba lento y con una soberbia sonrisa saluda al populacho que le agradecía aquel regalo tan colorido y bullicioso. Esa misma mañana, a un costado del templo, los perros jugaban con el cuerpo frío de una vieja jorobada, y un mendigo alucinaba el fin del mundo y corría por todo el pueblo hasta que no pudo seguir despierto y quedó tendido a la par de la fuente. Por siempre sea alabado… bla, bla, bla, bla, bla…