lunes, 7 de enero de 2013

En la tarde del día del diablo



Era la tarde del día del diablo, y viajaba en el Transmetro, iba del trabajo para mi casa. Había sido un día muy complicado, salí tarde y en medio del camino me dieron las 6 de ese día tan popular. Empezó la tronadera, había luces de colores en el cielo, fogatas en la calle, niños quemando estrellitas y así el mundo pasaba frente a mis ojos como una película costumbrista de la gran urbe. De repente, algo insólito ocurrió frente a mi vista, un hombre de la misma condición que yo, lo supongo por el vestuario, la mochila y la cara de hambriento, sacó de su bolsón un biblia con la pasta incompleta y con las hojas dobladas, por el uso supongo, y discretamente se persignó, una vez la frente, una la boca y una en el pecho, dejó el libro entre sus manos, cerró los ojos y sus labios se movían como si conjurara algo en secreto. Luego repitió el mismo ritual de persignarse tres veces y luego, al azar, eligió un punto donde fijar su lectura. Sus ojos se iluminaron, como si hubiera encontrado lo que buscaba, sus pupilas recorrían la ruta de aquella lectura tan emocionante, si pués, cómo no, y en pocos minutos empezó a afirmar con la cabeza y lo hacía más fuerte con cada frenada del gusano. Entonces, advertí que ya no leía, sino que dormía placenteramente el sueño de los cansados trabajadores que vivimos lejos de nuestros trabajos y madrugamos mucho. Y el pobre laico fue dando afirmaciones en todo el camino, hasta que llegamos a CENTRA. Pero cuando despertó, lo vi distinto de cuando leía, estaba ansioso, soñó bonito y lo percibí determinado a revelarle a todos los pasajeros que había tenido una revelación divina, un mensaje del más allá, una profecía, qué se yo. Lo que es cierto, es que mientras el dormía y soñaba que era elegido por dios para hacer una maravilla antes del 13 Baktún, afuera, en el mundo de todos los días, los niños eran felices quemando al chamuco, los adultos también se divertían, pues tenían permiso de deshacerse de las viejadas que guardaban en sus casas, solo la conciencia de los ambientalistas era azotada por las atrocidades que los hijos de dios hacían en contra de su madre tierra. Hay qué cosas. De seguro los ambientalistas mañana darán estadísticas sobre lo grave que está la contaminación, y ese lector asiduo de la biblia esperará el fin de semana para pregonar en la catequesis que dios le reveló lo que nos va a suceder, y como el párroco lo va a despreciar, él en nombre de dios se irá a estudiar teología para luego poner su iglesia y promover un nuevo mensaje de dios.

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